Mi primera noche en Lucca dormí como los niños, rodeada de almohadas y en una cama enorme.....tenía planeado pasar todo el día allí así que no era necesario madrugar mucho, pero de todos modos no me hizo falta el despertador. Mi habitación estaba en el primer piso y daba a la calle, la ventana era mallorquina y de doble batiente, y como hacía calor, la dejé abierta toda la noche....no sé qué hora era, pero estaba medio despierta cuando comencé a oír a alguien que silbaba O sole mio en la calle. Se detuvo justo bajo mi ventana, y dejó de silbar para ponerse a cantar bajito...me asomé y ví que aquellos bajos con puertas de madera que tanto me llamaron la atención el día anterior eran garajes y que mi amigo cantante sacaba su moto para irse a trabajar..... y no la puso en marcha hasta salir de la calle!!.....
Igualito que en casa, donde me hubiera despertado el camión de la basura.
Que viva Italia!
Aquella mañana me sentí de veras de vacaciones...me explico: es evidente que ya lo estaba, pero puesto que tenía unos objetivos y un plan establecido, no podía dormir hasta tarde, madrugaba y procuraba irme a dormir pronto (al menos lo intentaba). Pero aquél día me levanté a las nueve (tarde para alguien que se levanta a las seis) y salí de la habitación sobre las diez y media. Tener todo el día para mí, sin preocuparme por llegar a un lugar determinado a tiempo del check-in, era muy relajante, por eso planeé al menos dos días así.
Lucca es una de las ciudades de Italia con mayor patrimonio histórico y es bien conocida sobre todo por las murallas que la circunvalan, Le Mura. La muralla y la ciudad tienen orígenes romanos, aunque fue fundada según algunos por los ligures y según otros por los etruscos. En cualquier caso, a partir de 180 a.C se desarrolló como ciudad romana y en el año 56 a.C acogió la entrevista entre César, Pompeyo y Craso, llegando a la municipalidad romana en el 89. En 1160, Lucca se dotó de unos fueros y se convirtió en ciudad-estado independiente y durante su exilio de Florencia, Dante Alighieri vivió entre sus muros. Perdió la independencia tras la invasión napoleónica y el Corso puso a su hermana Elisa a su frente; los Borbón-Parma recuperaron el control de la ciudad y fue Maria Luisa de Borbón, hija de Carlos IV de España y duquesa de Lucca, quien convirtió las murallas en el actual paseo. Precisamente gracias al recinto amurallado, el centro histórico ha permanecido inalterable y todos sus tesoros intactos por lo que se ha propuesto hacer de él Patrimonio de la Humanidad.
No tenía un plan establecido para visitar Lucca; como el casco antiguo es recogido, mi ruta fue un tanto caprichosa, sabía que no iba a perderme y podía deambular. Desde mi ventana se veía el campanario de la iglesia de San Frediano, y ese fue mi primer objetivo.
En origen, la basílica fue edificada en el siglo VI por orden del obispo de la ciudad, Frediano, y dedicada a los santos Vincenzo, Stefano y Lorenzo. Posteriormente se reedificó dotandola de tres naves y se consagró en 1147. La fachada está decorada con un hermoso mosaico, que representa la Ascensión de Jesucristo entre ángeles, y bajo el grupo los doce Apóstoles. Parece ser que en el lugar que ahora ocupa una ventana también estaba representada la Virgen.
Lucca es una de las ciudades de Italia con mayor patrimonio histórico y es bien conocida sobre todo por las murallas que la circunvalan, Le Mura. La muralla y la ciudad tienen orígenes romanos, aunque fue fundada según algunos por los ligures y según otros por los etruscos. En cualquier caso, a partir de 180 a.C se desarrolló como ciudad romana y en el año 56 a.C acogió la entrevista entre César, Pompeyo y Craso, llegando a la municipalidad romana en el 89. En 1160, Lucca se dotó de unos fueros y se convirtió en ciudad-estado independiente y durante su exilio de Florencia, Dante Alighieri vivió entre sus muros. Perdió la independencia tras la invasión napoleónica y el Corso puso a su hermana Elisa a su frente; los Borbón-Parma recuperaron el control de la ciudad y fue Maria Luisa de Borbón, hija de Carlos IV de España y duquesa de Lucca, quien convirtió las murallas en el actual paseo. Precisamente gracias al recinto amurallado, el centro histórico ha permanecido inalterable y todos sus tesoros intactos por lo que se ha propuesto hacer de él Patrimonio de la Humanidad.
No tenía un plan establecido para visitar Lucca; como el casco antiguo es recogido, mi ruta fue un tanto caprichosa, sabía que no iba a perderme y podía deambular. Desde mi ventana se veía el campanario de la iglesia de San Frediano, y ese fue mi primer objetivo.
En origen, la basílica fue edificada en el siglo VI por orden del obispo de la ciudad, Frediano, y dedicada a los santos Vincenzo, Stefano y Lorenzo. Posteriormente se reedificó dotandola de tres naves y se consagró en 1147. La fachada está decorada con un hermoso mosaico, que representa la Ascensión de Jesucristo entre ángeles, y bajo el grupo los doce Apóstoles. Parece ser que en el lugar que ahora ocupa una ventana también estaba representada la Virgen.
San Frediano
En el interior hay una serie de frescos donde puede apreciarse cómo era Lucca en el siglo XVI, así como un fresco que representa el martirio de los tres santos a los que fue dedicada en principio la basílica, una pila bautismal tallada y un retablo de Jacopo della Quercia. De todas las capillas, la más destacable es la dedicada a Santa Zita, santa que nació en Lucca y cuyo cuerpo incorrupto se conserva. Pasé más tiempo fuera que dentro de la basílica, los mosaicos de la fachada son fantásticos, las fotografías no les hacen justicia. Pero aún así, tanto en San Frediano como en todas las demás iglesias que visité en el viaje, estuve un rato sentada en los bancos, sin sacar fotos, disfrutando del ambiente, y de la visión en conjunto de la basílica. No soy una persona religiosa, pero siempre procuro guardar respeto en los lugares dedicados al culto religioso, y no tanto por ellos mismos sino por las personas que no hacen turismo y que acuden como fieles.Cuando salí de San Frediano iba encaminada a Piazza Anfiteatro, pero retrocedí sobre mis pasos y fui a ver el Palazzo Pfanner, cercano a mi alojamiento.
El palacio perteneció a la familias Moriconi y Coltroni hasta que en 1860 fue adquirido por Felix Pfanner, que se estableció en Lucca con el encargo de Carlos Ludovico de Borbón de edificar una fábrica de cerveza. Actualmente el palacio es un museo de trajes y conserva muchos útiles que pertenecieron a uno de sus propietarios, el cirujano Pfanner, alcalde de Lucca entre 1920 y 1922 . En sí, el palacio es muy típico de la arquitectura del XVII, lo mejor es su jardín, atribuido a Juvarra. De hecho, fue donde más tiempo pasé, porque de verdad llamaba a ser visitado. No es muy grande, pero tiene una fuente central y una interesante colección de estatuas que representan a dioses romanos. El día era muy luminoso y todo el jardín, con limoneros y rosales, estaba en flor, me emocioné y todo paseando por él, era mi primer jardín toscano, las flores me encantan y había una paz y una serenidad maravillosas. Diseminadas por el jardín hay sillas de metal donde el visitante puede sentarse sin que nadie venga a decirle que se ha acabado el tiempo de visita...hasta la hora de cierre, claro. Yo me senté en una de ellas, en un ángulo desde donde podía contemplar todo el jardín...Creo que eso es lo que mas aprecié de mi estancia en Lucca, la tranquilidad que respiraba allí, dentro de sus muros. Finalmente y con gran dolor, salí del palazzo y me dirigí a la plaza del Anfiteatro.
El antiguo Anfiteatro romano de Lucca ocupaba este emplazamiento hasta que fue destruido por los bárbaros. Tenía forma elíptica y exteriormente estaba decorado con dos filas de 55 arcos sobre pilastras; su capacidad era de diez mil espectadores. Tras su destrucción fue utilizado como cantera de materiales para construcción, sobre todo el exterior, donde comenzaron a edificarse casas apoyadas sobre la estructura original que permitieron que se conservara al menos la forma del antiguo edificio. La plaza que hoy día puede contemplarse fue diseñada por Nottolini en el siglo XIX, y en algunas de las tiendas y casas aún existen restos de la estructura republicana. El acceso a la plaza se realiza mediante 4 vanos, pero sólo uno se corresponde con una de las salidas originales del anfiteatro. Confieso que me lié porque entré a la plaza por un acceso pero salí por otro, y de pronto perdí mi punto de referencia....hacía rato que no usaba mapa y no miraba el nombre de las calles, sino que simplemente me dejaba llevar por las indicaciones que encontraba a mi paso, así que de pronto tuve que detenerme para saber hacia dónde debía dirigirme, pero no fue difícil, y encontré el camino hacia San Michele in Foro.
El antiguo Anfiteatro romano de Lucca ocupaba este emplazamiento hasta que fue destruido por los bárbaros. Tenía forma elíptica y exteriormente estaba decorado con dos filas de 55 arcos sobre pilastras; su capacidad era de diez mil espectadores. Tras su destrucción fue utilizado como cantera de materiales para construcción, sobre todo el exterior, donde comenzaron a edificarse casas apoyadas sobre la estructura original que permitieron que se conservara al menos la forma del antiguo edificio. La plaza que hoy día puede contemplarse fue diseñada por Nottolini en el siglo XIX, y en algunas de las tiendas y casas aún existen restos de la estructura republicana. El acceso a la plaza se realiza mediante 4 vanos, pero sólo uno se corresponde con una de las salidas originales del anfiteatro. Confieso que me lié porque entré a la plaza por un acceso pero salí por otro, y de pronto perdí mi punto de referencia....hacía rato que no usaba mapa y no miraba el nombre de las calles, sino que simplemente me dejaba llevar por las indicaciones que encontraba a mi paso, así que de pronto tuve que detenerme para saber hacia dónde debía dirigirme, pero no fue difícil, y encontré el camino hacia San Michele in Foro.
Los orígenes de San Michele se encuentran en el siglo VIII, pero en 1070, por orden del Papa Alejandro VI, fue reedificada y las obras continuaron hasta el siglo XIV. Así se edificó una iglesia de tres naves, ábside y columnas y capiteles corintios....aunque estaba cerrada y no pude ver el interior.
Es una iglesia impresionante, de estilo románico-pisano. Las naves de la iglesia y la fachada se construyeron a la vez, pero ésta es mucho más alta que aquellas, de modo que la parte superior de la fachada no tiene obra trasera y las galerías superiores quedan exentas. La fachada está decorada con cuatro loggias de columnas, todas decoradas en bajorelieve y todas diferentes. Aunque la iglesia es blanca, el bajorelieve se realizó en verde y esta bicromía caracteriza a la iglesia. En la parte superior hay una estatua de San Miguel; desde la plaza, sus alas brillan ya que están recubiertas con láminas metalizadas.....siento ser irrespetuosa, pero parece un muñeco.
Me gustó mucho San Michele, me recordaba, por el blanco de la piedra, a las iglesias pisanas. Todo el programa iconográfico está en la fachada, las naves laterales no tienen adornos, a excepción de una Virgen con el Niño enclavada en una de las esquinas del templo pero que es posterior a su edificación. Por cierto, el nombre de San Michele in Foro viene dado por la posición de la iglesia, exactamente donde antes se localizaba el foro romano. Estuve mucho tiempo allí, observando y haciendo fotos de la iglesia, tanto que se acabó la batería de la cámara digital y regresé al hotel para dejarla cargando. Para entonces ya era hora de comer, y no sabía si sentarme en una trattoria (hay muchísimos sitios donde comer en Lucca) o comer algo mientras seguía caminando...lo peor en un viaje así es comer o cenar sola, sin la conversación, el resto del tiempo, la soledad nunca fue un problema...finalmente me comí una foccacia mientras seguía caminando y acabé llegando a la Torre Guinigui.
En la Edad Media, Lucca contaba con unas 250 torres. Los Guinigui, la familia más poderosa e influyente de Lucca durante el siglo XIV, encargaron la construcción de ésta, siendo la más alta y la única que perdura de aquella época. Es una torre rectangular y mide 44.25 metros. No estaba muy segura, pero finalmente decidí subir; me llevé una alegría al comprobar que las escaleras (250 escalones) eran como las de una casa de vecinos, amplias (no era un problema cruzarte con los que bajaban) y bien iluminadas por la luz de las ventanas que se abrían en los descansillos, decorados con reproducciones de pinturas medievales sobre la historia de Lucca. Los últimos tramos eran metálicos y permitían el acceso a la terraza de la torre, donde hay plantadas unas antiquísimas encinas, y desde la que se podía contemplar una vista espectacular de Lucca y del paisaje circundante. Desde allí podía verse perfectamente el paseo de Le Mura, y las iglesias y los monumentos de la ciudad. Había bastante gente allá arriba, y era un poco difícil moverse en el espacio tan escaso, a lo que hay que sumar mi vértigo....gracias sean dadas a las barandillas.
Al bajar, me dirigí hacia el Duomo di San Martino, con una breve parada previa en Santa Maria Forisportam. La Catedral de Lucca está dedicada a San Martín de Tours, y la tradición dice que el primer templo fue edificado por San Frediano, que era originario de la misma Lucca; en el siglo XI y el XII (época a la que pertenece su fachada) se realizaron más obras en el conjunto pero la edificación actual no se concluyó hasta 1637.
La catedral está adosada a un campanario, que ya existía previamente, por lo que la iglesia fue edificada adaptándose al espacio disponible. Como San Michele, su fachada es de estilo románico-pisano y está estructurada en arcos sobre un pórtico románico; de nuevo, los arcos y las columnas son todos diferentes entre sí y la decoración se realiza en verde.
Bajo el pórtico, que se abre a la plaza mediantes tres arcos, se encuentran relieves que reproducen el martirio de San Regulo y la historia de San Martín, entre otras inscripciones, como un laberinto con un texto que recuerda el mito de Teseo y Ariadna.
En el interior de la Catedral se conserva, dentro de un pequeño templete erigido en 1484, la reliquia más preciada de la ciudad, el Volto Santo de Lucca, un crucifijo de madera que se dice no fue tallado por el hombre y que reproduce el verdadero rostro de Cristo. No se podían hacer fotos dentro del Templo, y tampoco pude comprar postales del mismo, las únicas que podían adquirirse eran del Sepulcro de Ilaria del Carretto, la verdadera joya del Duomo.
Ilaria fue la segunda esposa de Paolo Guinigui, con quien se casó muy joven. Murió de parto tras dar a luz a su segundo hijo y su esposo encargó a Jacopo della Quercia su sepulcro, aunque el cuerpo de Ilaria nunca reposó en él, sino que fue enterrado en la capilla de Villa Guinigui (quizá tuvo que ver en ello que la joven murió en 1405 y el sepulcro se concluyó en 1408). El sepulcro combina detalles medievales con elementos clásicos; está realizado en mármol, representa a la joven, de rostro sereno, ricamente ataviada y con el cabello recogido en un peinado típico de la época, sobre un lecho rodeado de pequeños angeles y la cabeza reposando sobre dos cojines. Me causó gran impresión el rostro de aquella mujer, no sólo por lo joven que era sino por la perfección con que fue esculpido, y el aspecto del mármol, tan pulido y sin defectos.
El sepulcro está elevado sobre un catafalco, y el visitante lo rodea. Puedes acercarte lo suficiente para poder observarlo con detalle, pero de haber podido me hubiera gustado contemplarlo desde arriba, más alto, porque no puedes contemplar de frente, cara a cara, el rostro de Ilaria, excepto en las postales, claro.
Al salir del Duomo me dí cuenta de cómo había pasado todo el día caminando y que el tiempo había transcurrido casi sin darme cuenta. Había deambulado mucho por toda la ciudad, ya que no sólo me había dedicado a los monumentos, sino que había disfrutado visitándola por entero....el cansancio de todo un día de paseo, y de tantas maravillas había hecho mella en mí y regresé a casa por detrás de San Michele.
Sin embargo, fui incapaz de quedarme en mi habitación hasta la hora de cenar, así que tras ducharme y reposar un ratito, volví a salir, simplemente a pasear por Le Mura. La muralla se conserva íntegra, junto con las de Ferrara, Grosetto y Bergamo porque nunca se utilizó para fines defensivos. El mayor peligro que sufrió nunca fue la crecida del río Serchio en 1805. Las murallas, los baluartes y el prado situado frente a ella constituyen el principal parque de la ciudad y en él tienen lugar, entre otros espectáculos, la muestra de flores Murabilia, en Septiembre, que yo no pude disfrutar porque concluyó el mismo domingo que llegué a Lucca. La circunvalación de Lucca corre alrededor de los muros, pero el ruido del tráfico queda anulado por la distancia entre la misma, el prado y el recinto amurallado, y por un auténtico muro de altísimos árboles que va paralelo a la carretera. Actualmente, las murallas constan de seis puertas: Porta Santa Maria, Porta San Jacopo, Porta Elisa, Porta San Pietro, Porta Sant´Anna y Porta San Donato. Porta Santa Maria era la más cercana a mi alojamiento, pero por consejo de mi casera, Hilde, siempre entraba a la ciudad por el baluarte San Frediano. Recorrí integro el perímetro de la muralla, algo más de cuatro kilómetros.
Creo que a pesar del día tan estupendo que había pasado, aquel fue el mejor momento. El paseo me permitió apreciar Lucca desde otro ángulo, más elevado y me dió una perspectiva distinta de la ciudad. Envidié a los lucchesi por aquellos muros..
Al día siguiente me esperaba Florencia, pero aquella noche, sólo eramos Lucca y yo.
Las fotografías que ilustran este post fueron tomadas por Monique LaMer, excepto la imagen del sepulcro de Ilaria del Carretto, que procede de internet.
3 comentaris:
perla mallorquina, ja saps les dates del teu viatge d'enguany? a veure si podem fer coincidir algun dia, no?
encara no he decidit dates, pero tinc una idea aproximada....esta setmana parlarem tu i jo seriosament...Piter crida a la nostra porta!!
oh! quina enveja em fas!!! ;)
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