Siempre que me voy fuera hacia una Hiperbórea lejana o más cercana, me doy cuenta de que, como en el poema de Kavafis, lo importante no es sólo el destino, sino el camino. El camino a la Hiperbórea donde pasé el último fín de semana se divide claramente en dos etapas. La primera siempre es más aburrida y por lo tanto es más peligrosa pero en cuanto dejo atrás la Capital, empieza la segunda parte, la mejor desde mi punto de vista.....nada más atravesar el Túnel hay una zona donde las piedras se amontonan aquí y allí formando montones caprichosos como si un gigante se hubiera entretenido jugando son sus canicas tirándolas por todas partes, y se suceden los campos cultivados, suavemente ondulados, las dehesas, los cielos en toda su gama de colores, las urracas y los cuervos, y poco a poco llegas a la Bien Cercada, y la dejas allá a lo lejos, y por fín, mucho después de pasar Aveinte y el desvío a Flores de Avila, llegas a Hiperbórea, con sus dos catedrales iluminadas contra la noche....
Cada Hiperbórea tiene algo que la hace especial, y si pudiera definir lo que es, perderían encanto. Esta en particular me atrae porque para mí es tranquila (al menos de día) porque puedo caminar sin coches ni atascos ya que no salgo del centro y porque tiene mucho para ver y disfrutar: museos, dos universidades y dos catedrales, un batracio oculto, una plaza mayor y muchas otras pequeñas, palacios, conventos, torres, escuelas mayores y menores, patios, jardines de antiguos amantes, cuevas endemoniadas, vistas panorámicas, rincones con tanto encanto que te quedarías allí durante horas,...y una oferta de ocio nocturno difícil de igualar. Con niebla tiene misterio, con lluvia es melancólica, con frío, el aire parece de cristal y al llegar el ocaso, sus piedras toman un color dorado inconfundible...Y es la única ciudad donde los tulipanes florecen entre el aguanieve.
No me dí cuenta de cuánto necesitaba marcharme hasta que ya estaba allí.....Como siempre, se ha obrado la magia.....Ahora puedo decir que he regresado y sigo siendo yo misma, más que nunca, y nada ni nadie puede cambiarlo...
Cada Hiperbórea tiene algo que la hace especial, y si pudiera definir lo que es, perderían encanto. Esta en particular me atrae porque para mí es tranquila (al menos de día) porque puedo caminar sin coches ni atascos ya que no salgo del centro y porque tiene mucho para ver y disfrutar: museos, dos universidades y dos catedrales, un batracio oculto, una plaza mayor y muchas otras pequeñas, palacios, conventos, torres, escuelas mayores y menores, patios, jardines de antiguos amantes, cuevas endemoniadas, vistas panorámicas, rincones con tanto encanto que te quedarías allí durante horas,...y una oferta de ocio nocturno difícil de igualar. Con niebla tiene misterio, con lluvia es melancólica, con frío, el aire parece de cristal y al llegar el ocaso, sus piedras toman un color dorado inconfundible...Y es la única ciudad donde los tulipanes florecen entre el aguanieve.
No me dí cuenta de cuánto necesitaba marcharme hasta que ya estaba allí.....Como siempre, se ha obrado la magia.....Ahora puedo decir que he regresado y sigo siendo yo misma, más que nunca, y nada ni nadie puede cambiarlo...
Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de los pájaros,
tejedora del viento navegante.
No se ha educado aún mi corazón
y, niña, tiemblo en los atardeceres,
me deslumbran el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.
Crezco y no aprendo a crecer,
no me desilusiono,
ni me vuelvo mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte.
No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida,
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el colegio.
Si.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.
Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas.
Estoy viva como fruta madura
Gioconda Belli
Gioconda Belli
2 comentaris:
els teus ulls ja encenen cuquetes de llum...!!!
cuore, que tornaré per a la trobada fardatxa! truca a la teni, que està passant un tràngol complicat a la feina, ja t'ho explicarà...
besicos
en cierto modo somos tránsito: nunca partimos y nunca llegamos... por eso estamos tan bien en el camino, porque todo lo que nos rodea se adopta al ritmo que hay en nuestro interior... ¡sé tú más siempre! :)
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