dimarts, 27 de novembre del 2007

Vacanze Torinesi X. Finale


Museos del cine hay muchos,
Mole Antonelliana
sólo una. Con sus 167.5 metros, es el símbolo de Turín, y un edificio de historia al menos curiosa. La comunidad judía de Turín encargó la construcción de una nueva sinagoga al arquitecto Alessandro Antonelli, que comenzó el proyecto en 1.863. Seis años después se acabaron los fondos (los gastos se habían disparado ya que el arquitecto había incluído modificaciones en el proyecto original) y la obra quedó inconclusa. Esta situación se prolongó diez años hasta que Antonelli, empeñado en terminar su obra, convenció al Ayuntamiento de Turín para comprar el edificio; en 1.878 se reanudaron las obras y acabaron en 1.897. Es muy difícil definir su estilo, pues es una combinación de varios: neogótico, clásico en sus columnas, un templete en su parte superior.....La inferior es totalmente cúbica, sobre ella se alza la cúpula y el templete y la aguja, con una estrella. El templo es un mirador y se accede a él mediante un ascensor de cristal que situado en el centro de la cúpula, sube a 1.5 metros por segundo y tarda 57 en llegar a la cúspide. Mientras las vistas desde la Maddalena o Superga son más paronámicas, desde la Mole se observa con detalle la ordenación urbana de Torino, sus avenidas, las plazas principales, y sobre todo se distinguen los barrios. Personalmente, ésta es la vista que más me gustó.









En principio, la
Mole fue la sede del Museo Nazionale del Risorgimento pero con el traslado de éste al Palazzo Carignano, quedó inutilizada. En el año 2.000 se inauguró en ella el Museo Nazionale del Cinema, que en origen estaba formado por la colección privada de la historiadora Maria Adriana Polo, y que hoy día se ha ampliado considerablemente. En la sección llamada de la arqueología del cine se exhiben caleidoscopios, cajas ópticas, marionetas; a continuación se accede a la Macchina del cine, conformada por una serie de pequeñas habitaciones, enlazadas mediante pasillos, en las que se reconstruyen lugares y se muestran objetos relacionados con las labores del director, el productor, el guionista, el cámara....allí pueden contemplarse guiones originales del Padrino, un sombrero y una bufanda de Fellini, y destaca la sección de vestuario y de efectos especiales. Pegada a la cúpula, y en espiral se halla la Galleria dei manifiesti, donde puede contemplarse la colección de carteles del Museo. Y por fín, abajo, en el centro del edificio, el Aula del tempio, con butacas donde visionar películas que se proyectan en una pantalla gigante y el resto de "capillas" del Museo, dedicadas entre otras a los dibujos animados, (con una bomba de ACME y una puerta agujereada en forma del Coyote), La Cabiria y una nevera gigante. Al igual que en la GAM, nos entretuvimos tanto en cada sección del Museo que nos fuimos cuando ya estaban cerrando, pero lo pasamos en grande, es el museo ideal para un aficionado porque puede dar rienda suelta a toda su afición por el fetichismo del cine: contemplar un alien a tamaño natural, máscaras de Star Wars, objetos personales de tus artistas favoritos, cartas, guiones llenos de anotaciones de puño y letra de actores, fotos.....
Esa fue mi última tarde en Turín. Al día siguiente, tenía la mañana para dar un último paseo, comprar los bombones típicos, los Giandujotti, y despedirme de Turín...paseamos por la
Piazza Castello y tuvimos tanta suerte de que el Palazzo Madama estuviera abierto, así que accedimos a la parte pública del mismo, y vimos su famosa escalera barroca. No teníamos tiempo de ver el Palacio entero y seguimos caminando por Via Garibaldi...allí nos sentamos en un café y luego fuimos a Piazza Statuto donde compré bombones y caramelos para un regimiento...Y de regreso a casa, para coger la maleta y el bus hacia Malpensa: es lo malo de que el aeropuerto de Milán esté a dos horas, que si tienes que coger un vuelo internacional, has de tomar el autobús con muchas horas de antelación...me despedí de Davide y de su madre, que fueron tan amables y tan acogedores: en todos los días que estuve en su casa me sentí siempre como en la mía y gracias a ellos he visto lugares que el turista típico no vé....Estoy segura de que nadie hace la lasagna como Adriana Platzer y de que Davide es el mejor Cicerone de toda Italia, aunque sus piernas sean 20 cm. más largas que las mías y tenga que correr para estar a su altura. Él me había dicho que Turín era hermosa, y yo he podido comprobar que no sólo era orgullo de turinés, realmente lo es......la verdad es que yo no quería volver, pero siempre hay que regresar...Ha sido un viaje maravilloso, por lo inesperado, por la compañía, por la sorpresa contínua, porque he descubierto Turín (esa gran desconocida) y aunque no sé cuánto tardaré en volver, sé que regresaré, porque como dice Davide "aún te quedan muchas cosas por conocer de Turín".
Arrivederci....