La Sacra di San Michele es una abadía encaramada en la cumbre de una montaña, el monte Pirchiriano, a 962 metros. Aunque ha sufrido varias trasformaciones, el origen de la Sacra se remonta al año 983. Hoy se puede visitar la iglesia, el claustro, la hospedería y parte de las fortificaciones. De hecho, conforme asciendes, la Sacra parece un castillo en lugar de una abadía. Las vistas desde cualquier lugar del conjunto son panorámicas, impresionantes, y eso que había una ligera bruma. En días muy claros se llega a ver Turín. Me gustó mucho la Escalinata de los Muertos aunque estaba demasiado empinada para mi vértigo, y la Puerta del Zodíaco, un arco con capiteles del siglo XII con figuras mitológicas y escena bíblicas. La Iglesia propiamente dicha es muy oscura y pone la piel de gallina imaginar a los frailes yendo a rezar maitines en noche cerrada. El guía (nos acoplamos a un grupo) nos contó en las ruinas del monasterio la historia de la bella Alda, que se lanzó desde una torre (la torre de la bell´Alda, que se conserva) para huir de unos soldados. Un ángel la salvó y ella quiso presumir ante sus vecinos de que sabía volar, así que se tiró de nuevo....sólo que esta vez el ángel no estaba atento y claro, el resultado es el imaginable. Nos reímos bastante con la leyenda. Al salir de la abadía compramos postales, las primeras.....
Al acabar la visita descendimos de la montaña con la vista puesta en los Lagos allá abajo, es increíble lo rápido que salvamos el desnivel del monte al llano; seguimos camino y regresamos a Turín. Esa noche no salimos, pero estrenamos el capricho que compramos en Susa: la botella de absenta.
Al acabar la visita descendimos de la montaña con la vista puesta en los Lagos allá abajo, es increíble lo rápido que salvamos el desnivel del monte al llano; seguimos camino y regresamos a Turín. Esa noche no salimos, pero estrenamos el capricho que compramos en Susa: la botella de absenta.
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