Confieso que soy una mujer pegada a una agenda. Tener dos trabajos no me permite confiar única y exclusivamente en mi memoria. Es cierto que trabajando en Correos, en cuanto salgo por la puerta de Cartería puedo olvidarme del trabajo hasta el día siguiente y que los pequeños detalles de cada día del barrio que reparto ya no son un misterio para mí. Pero mi segundo trabajo exige recordar gente a quien llamar, empresas o tiendas que visitar, encargos que llevar....
Mi agenda no es sólo laboral, también es personal: sin ella no recordaría si he de visitar al médico o cuándo tengo que devolver los libros a la biblioteca...así las cosas, cambiar de agenda cuando acaba el año se convierte en una tarea planificada como la Batalla de El Alamein...las dos Batallas de El Alamein; durante días, me acompañan las dos agendas cuando salgo por las tardes y me resisto a retirar la vieja "por si acaso". Me gusta recordar las cosas importantes del año que dejo atrás, así que en la nueva vuelvo a apuntar ese viaje, aquella noche que fuimos a tal sitio, el segundo aniversario de la escapada a nosedónde, el concierto en el que grité hasta quedar afónica, los cumpleaños, los aniversarios de boda de mi gente, la exposición que tanto me gustó y todas esas cosas que quiero recordar de año en año...y cuando empiezo a usarla de verdad, cuando me acompaña a todas partes, entonces la lleno de frases, direcciones, citas de esas "que te llegan", teléfonos personales o no, proyectos descabellados, ideas para San Valentín, días festivos que no vienen registrados, páginas web que veo anotadas y quiero visitar, canciones que oigo y que quiero buscar en internet, fines de semana fuera de casa e incluso recetas de cocina y en poco tiempo la hago tan mía como lo era la anterior después de pasar a mi lado doce meses.
Y sé que cuando llegue Diciembre y se acaben sus páginas, volveré a revisarla desde el principio y podré leer en ella un año más, como un diario no escrito pero sí vivido.
Mi agenda no es sólo laboral, también es personal: sin ella no recordaría si he de visitar al médico o cuándo tengo que devolver los libros a la biblioteca...así las cosas, cambiar de agenda cuando acaba el año se convierte en una tarea planificada como la Batalla de El Alamein...las dos Batallas de El Alamein; durante días, me acompañan las dos agendas cuando salgo por las tardes y me resisto a retirar la vieja "por si acaso". Me gusta recordar las cosas importantes del año que dejo atrás, así que en la nueva vuelvo a apuntar ese viaje, aquella noche que fuimos a tal sitio, el segundo aniversario de la escapada a nosedónde, el concierto en el que grité hasta quedar afónica, los cumpleaños, los aniversarios de boda de mi gente, la exposición que tanto me gustó y todas esas cosas que quiero recordar de año en año...y cuando empiezo a usarla de verdad, cuando me acompaña a todas partes, entonces la lleno de frases, direcciones, citas de esas "que te llegan", teléfonos personales o no, proyectos descabellados, ideas para San Valentín, días festivos que no vienen registrados, páginas web que veo anotadas y quiero visitar, canciones que oigo y que quiero buscar en internet, fines de semana fuera de casa e incluso recetas de cocina y en poco tiempo la hago tan mía como lo era la anterior después de pasar a mi lado doce meses.
Y sé que cuando llegue Diciembre y se acaben sus páginas, volveré a revisarla desde el principio y podré leer en ella un año más, como un diario no escrito pero sí vivido.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada